jueves, 29 de diciembre de 2011

Fortasec

Rosa Meneses se ha pasado una vacaciones con sus amigos barbudos cortacabezas. Parece que tiene cierta querencia por los que solo la pueden considerar una perra subhumana, así que suele soltar sus escupitajos y su bilis a las órdenes de estos en medios tan reconocidos como Rebelión y Webislam.   

Ahora El Mundo ha decidido llegar a las mismas cotas de información objetiva y de calidad que los anteriores y, aprovechando estas fechas en las que parece suponernos a todos intoxicados o semiinconscientes, publica durante varios días seguidos estas deposiciones. Quizá vengan más, que parece que tienen problemas para parar la colitis.

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/17/internacional/1324077069.html http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/15/internacional/1323970251.html http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/16/internacional/1324074097.html http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/28/internacional/1325073556.html

Adjunto la carta de Una amiga. Como es equilibrada y aporta datos, puro Fortasec, no tendrá repercusión.

Señor director, señores responsables de la edición digital, Es muy triste comprobar que un medio tan importante como EL MUNDO.ES se ha convertido en el portavoz del grupo integrista Hamas, responsable de la muerte de 1365 israelíes en 1117 atentados en Israel y del lanzamiento de 11.039 misiles y cohetes Qassam contra población civil en el sur de Israel, según datos difundidos por el propio Hamas en su 24 aniversario. Estos datos no se mencionan en los tendenciosos reportajes de Rosa Meneses que emplea en su artículo la terminología que utiliza Hamas, como por ejemplo definir a las ciudades del sur de Israel como “asentamientos judíos”.

Esta serie de reportajes serán bien recibidos en muchos sectores de nuestro país pero son un ataque al periodismo objetivo que requiere, como mínimo, mostrar a sus lectores ambas partes del conflicto. En estos artículos hay falsedades y numerosas omisiones de datos que lo descalifican en su conjunto. Su falta de contextualización es tendenciosa y los convierte en mera propaganda. Sería más fácil publicar cada día un artículo de opinión de líderes de Hamás, un grupo considerado terrorista por Europa y Estados Unidos, que controla de forma dictatorial la franja de Gaza, torturando y persiguiendo a los palestinos que no piensan como él. Este grupo, apoyado por Irán y Siria, prohíbe por ejemplo celebrar las Navidades en Gaza o manifestaciones de la oposición.

Se puede apoyar la causa palestina sin faltar a la verdad. Y apoyar la causa palestina sería también dejar el partidismo ideológico de lado y mencionar el régimen de terror que Hamás impone sobre su propia población o los últimos informes de la ONU que descartan que haya escasez de alimentos.   ´

Estas son, a continuación, sólo algunas de las numerosas inexactitudes y omisiones que manipulan la realidad.   

1- Meneses tilda al preso liberado "Zidane Mohamed Zidane, de "joven enclenque", sin ni siquiera explicar que este preso liberado en el canje por Shalit fue detenido en el 2002 tras intentar sin éxito explotar su bolsa lleno de explosivos en Israel. El terrorista que podía haber matado a decenas de civiles es para su medio, tan sólo un "joven enclenque".


2- “El Tribunal Supremo prohibió oficialmente las torturas físicas en Gaza”, escriben cuando Israel se retiró completamente de Gaza en el 2005, dato fundamental que la autora obvia en estos artículos. Las únicas torturas que hay en Gaza son las que sufren los militantes de Al Fatah a manos de Hamas. Las cárceles israelíes son tan “crueles” que cada preso palestino puede estudiar en la universidad a distancia, ve canales de TV por satélite, reciben visitas de abogados y ONG internacionales.

La propaganda es más atractiva pero los hechos son diferentes a los que presenta la “periodista” y EL MUNDO difunde. Se basa en lo que dice un funcionario del Ministerio de detenidos sin explicar que es un ministerio de Hamas.

La comparación con Guantánamo es tan equivocada y fantasiosa que solo la usa la "periodista” que por otro lado escribe elogiosamente sobre los "shahids" sin explicar que detrás de este término hay numerosas familias destrozadas por su acción en una pizzería, autobús o discoteca.

3- “Israel mantiene que este bloqueo es necesario para evitar el lanzamiento de misiles caseros de Gaza a los asentamientos judíos cercanos”: Llamar a las ciudades o kibutzs en el sur de Israel como “asentamientos judíos” es una falacia. Ahsdod o Beer Sheva no son “”asentamientos” sino ciudades en territorio israelí reconocidos internacionalmente. La terminología que Rosa Meneses emplea es la que utiliza el grupo terrorista Hamás para justificar sus ataques contra autobuses escolares, escuelas, guarderías y centros comerciales en esas ciudades.

4- Los “misiles caseros” han matado a más de 20 israelíes y no son tan caseros si llegan a distancias de 30 o 40 km. Más de 1 millón de israelíes viven desde hace 10 años bajo la amenaza de los ataques desde Gaza. Ni una palabra al respecto en sus reportajes.

5- En Israel no hay 6000 presos palestinos como asegura Meneses, sino entre 4500 y 5000, según las ONG internacionales, israelíes y de la Autoridad Palestina. En su mayoría son responsables de atentados sangrientos.  

6- Según Meneses, Gaza está "sumida en un bloqueo total impuesto por Israel desde 2006” pero: - Israel permite desde hace año y medio la entrada en Gaza de una media diaria de 250-300 camiones con todo tipo de productos excepto armas. Anteriormente, también permitía la entrada de una media inferior. Incluso durante la guerra, entraba ayuda humanitaria.
Por otra parte, la periodista omite mencionar el secuestro de Gilad Shalit en 2006 y tampoco explica que el bloqueo naval es legal según el reciente Informe Palmer de la ONU.

7- El bloqueo se inició tras el golpe de estado en el 2007 en Gaza de Hamás que expulsó por la fuerza y acribillando a decenas de militantes de Fatah. Teniendo en cuenta los continuos ataques y que Hamás aboga por la destrucción del Estado de Israel, Israel declaró esa zona "entidad hostil".

8- "Son los míticos túneles que conectan la Franja con la frontera egipcia". La autora explica que por esos "míticos túneles" entra de todo, pero curiosamente no menciona una sola palabra respecto a la cantidad de armas que también se introducen por ahí o al negocio a su alrededor que se ha montado el régimen de Hamás. Ni una mención a la cantidad de dinero recibido por el Gobierno Hamas que lo invierte casi todo en su arsenal. Las colonias desmanteladas en el 2005 por Israel no son hoy escuelas o casas, sino bases militares de Hamas y la YIhad.

En estos reportajes de Rosa Meneses, difundidos por ELMUNDO.ES, Hamás parece un grupo de caridad y no el movimiento fundamentalista que dice aspirar a un Estado palestino islámico, que pide la destrucción del Estado de Israel y que define a los judíos como “infieles y monos”. Es ese mismo grupo que elogió a Bin Laden tras su muerte y que hace pocos días anunciaba que "la lucha armada es la única vía para acabar con la entidad sionista".

Es un desprestigio para un medio serio como el suyo, el erigirse en portavoces de un grupo terrorista y sin duda una gran decepción para muchos de sus lectores.

Atentamente,  

domingo, 11 de diciembre de 2011

El periodismo como excusa (el fásmido). Por Andrés von der Walde

Como bien saben los amantes del cine bélico, la película Master & Commander es una de las grandes obras del género, entre tantas otras cosas, por un desenlace espectacular [atención, spoiler]: durante las guerras napoleónicas, el Capitán de fragata británico Jack Aubrey, acorralado en alta mar por una nave francesa más poderosa y veloz, decide emprender una última acción militar, muy arriesgada, y a la postre decisiva….

La estrategia del Capitán se inspira en las conversaciones que mantiene con el cirujano y naturalista de la nave: al igual que los fásmidos (los insectos palo) se ocultan confundiéndose con la vegetación en la que habitan, la fragata ha de confundirse con un barco ballenero, presa fácil para la poderosa nave francesa, que se acercará demasiado asumiendo un botín fácil y perderá su ventaja: la mayor velocidad de la nave y el alcance de sus cañones. Dejo al lector imaginar (o deleitarse recordando) el desenlace, acompañado con música de Boccherini.

Siendo una estrategia de éxito, uno no tiene por menos que esbozar una sonrisa al encontrar fásmidos en el periodismo actual, estrategias comunicativas de camuflaje con intenciones menos nobles, pero igualmente eficaces en la guerra propagandística.

Jorge San Miguel me envió hace unos días un artículo del magazine Jot Down: “Guía para hacer un reportaje en Palestina”. El texto pretende ser una guía para el joven periodista que decide hacer su primer reportaje.  Sin embargo, el lector pronto se da cuenta de que en realidad la supuesta guía no es sino un recurso literario, aderezado aquí y allá con unas cuantas anécdotas, para reivindicar la importancia de que se siga informando sobre Palestina, un tema que “ya no vende”.

Una segunda lectura, animada por el espíritu crítico, ayudaría al lector a percatarse de que, detrás de un artículo interesante, en esencia, se esconde un compendio de historias y anotaciones lacrimógenas descontextualizadas, ocultas tras una mirada cínica sobre la actuación para con los medios de las víctimas palestinas. Mirada que es intensa al principio y se va desvaneciendo conforme pasan las líneas, al contrario que la violencia de las historias.

El problema está en esa segunda lectura que nunca llega. Porque, y aquí hay que reconocer la habilidad del autor, el texto parece a todas luces una seria e ingeniosa reivindicación de la difícil situación que viven los habitantes de Cisjordania bajo la ocupación israelí. Es una pena, porque en realidad se trata de una estrategia discursiva ideológica, sesgada, que descontextualiza deliberadamente, informa parcialmente y evita cualquier explicación general de la situación. Y lo hace además de la manera más dañina y perniciosa posible para el periodismo: a través de historias y anotaciones melodramáticas más propias de un programa de sucesos, que buscan la lágrima fácil y apelan al sentimentalismo barato. Historias maniqueas en las que hay malvados y hay víctimas. Y las víctimas no pueden hacer nada malo, al menos nada de lo sean finalmente responsables.

Para cuando el lector se quiere dar cuenta (si es que eso ocurre), el autor ya lo ha engañado, ha abordado su nave y se ha llevado el botín. La capacidad de defensa y de análisis crítico ha quedado nublada por una borrachera de sentimentalismo reivindicativo, y cínica equidistancia. El autor lo sabe, y se aprovecha. Contra Israel, todo vale.

En un tiempo en que los fisking han caído en desuso, hasta el extremo de resultar algo ciertamente demodé, me voy a permitir hacer una serie de aclaraciones no sistemáticas que pongan de relieve la particular estrategia del artículo de marras.

Nacho Carretero (hasta ahora, “el autor”) comienza su paseo literario por Cisjordania en el muro, camino de Belén (“con sus heladores bloques de hormigón de cinco metros de altura segregando dos pueblos y alimentado el desconocimiento entre ellos”). Es difícil hablar de segregación y desconocimiento cuando más de un millón y medio de ciudadanos de Israel son palestinos, el 20% de la población. De hecho, el árabe es una de las lenguas oficiales de Israel. Antes al contrario, la sociedad israelí convive con ciudadanos árabes desde su nacimiento. Ciudadanos –huelga decirlo- que gozan de plenos derechos en condiciones de igualdad con cualquier otro israelí, tal y como garantiza una democracia parlamentaria. No obstante, no me resisto a anotar que la frase está cargada de ese idealismo vacío que a todos emociona en boca de John Lennon: toda frontera “segrega a dos [o más] pueblos, alimentando el desconocimiento entre ellos”. Pena, el mundo está repleto.  Imagine there’s no countries, y tal.

Para colmo “el muro” no es una frontera, como han aclarado hasta el hartazgo los gobiernos de distintos colores de Israel. Es una barrera de defensa. Y tampoco es un “muro”. Es una valla metálica en un 95% de su trazado. Sólo en zonas excepcionalmente vulnerables a los disparos de bala y mortero se han levantado bloques de hormigón.  

Pero el elemento clave de la narración y común denominador de todo el artículo es que el muro, como cualquier otra cosa, acontece en un vacío. No hay contexto. Sabemos que es “helador”, que en él “se agolpan los vecinos de Belén y Ramala para ir a trabajar”, pero no parece necesario explicar cuándo, cómo o por qué se construyó (y yo que creía que la primera lección del periodismo eran las cinco uves dobles. Ingenuo).

Conviene saber que en el año 2000, tras el rechazo palestino de la propuesta de paz del gobierno de Israel en Camp David, comenzó la segunda Intifada. Uno de los fenómenos más crueles y sistemáticos aparejados al levantamiento fueron los atentados suicidas. En 2002 se producía de media un atentado suicida cada dos semanas. Los ataques terroristas mataron a 452 personas ese año. Israel decidió construir una barrera de seguridad para detener los atentados. En 2010 nueve personas murieron por ataques terroristas.

El propósito de la barrera es sólo y exclusivamente salvar la vida de los ciudadanos israelíes, y es increíblemente eficaz. En 2004 el Tribunal Supremo de Israel, única autoridad legal competente, determinó que la valla es legal. La ruta ha sido revisada  al menos en dos ocasiones para evitar causar un daño desproporcionado a los habitantes de Cisjordania, mismos que pueden apelar al alto Tribunal siempre que los estimen conveniente.

Una última pincelada, para no dejar de señalar lo que una fecunda imaginación puede hacer en pos de la causa. Nacho Carretero señala: “después de pasar el control donde tras un cristal tintado sólo se oye la voz de un soldado israelí gritando en hebreo…”. Si no fuera porque hace poco estuve recorriendo Cisjordania, y crucé precisamente por el Checkpoint de Belén o Gilo no recordaría que el cristal no está tintado (puede comprobarse, por ejemplo, en esta foto). Tampoco me gritaron. Me hablaron en inglés, no en hebreo. Pero coincido con el autor en que, una experiencia larga y tediosa, muy similar al control de seguridad de un aeropuerto, resulta mucho más aterradora con una voz misteriosa tras una luna tintada. Aunque sea mentira.

Horas de cola que separan al mundo desarrollado de la pobreza. “Eso no pasaba cuando Jordania ocupaba Cisjordania” dirán los nostálgicos. Melilla on my mind.

Más adelante, el autor se mete con los permisos de residencia y el término municipal de Jerusalén. Siempre pasando de puntillas, claro. Ya se sabe que los editores “no compran” esta información. En teoría tampoco compran las historias melodramáticas, pero por alguna misteriosa razón se extiende a placer en unas y no en otras. Se le olvida señalar, por supuesto, que el gobierno de Israel ofreció la ciudadanía israelí a todos los habitantes de Jerusalén Este tras la guerra de los seis días. Y los palestinos la rechazaron en masa y por eso tienen estatus de residentes, con derecho a los servicios municipales y al voto en las elecciones locales. Pero ese detalle (clave) se omite porque las víctimas no pueden ser nunca finalmente responsables de las consecuencias de sus actos. Eso sí que no vende.

Por cierto, si el lector no es un gran conocedor de la historia del conflicto de Oriente Medio se preguntará qué ocurrió en la guerra de los seis días y por qué  Nacho Carretero no cree necesario explicárselo al joven periodista que va a hacer un reportaje en la zona. No se sienta mal, querido lector, yo también me lo pregunto.

Pero no nos detengamos demasiado, que el autor todavía guarda munición pesada para el plato fuerte: el capítulo sobre Hebrón.

Allí querido lector se enterará de que hay varias “colonias” en la ciudad. Decir que se trata de 500 personas entre 160.000 palestinos (sí, amigo, el 0,3% de la población) igual pone las cosas en su justa dimensión, pero no dejes que una mala cifra estropee una buena historia. Al fin y al cabo, ¿qué demonios hacen 500 judíos en Hebrón? Algo me han comentado de que allí está enterrado Abraham, que por lo visto es el fundador del budismo. También me han dicho que ha habido una comunidad judía viviendo ininterrumpidamente allí desde hace 1000 años, hasta que los palestinos la arrasaron en 1929, cuando todavía no existía Israel, ni había “ocupación”, ni nada parecido. De hecho, al parecer, en los últimos 9 o 10 siglos el único periodo en el que los judíos no han vivido en Hebrón fue de 1948 a 1967, durante la anexión jordana de Cisjordania. Un lector avezado se preguntará ahora: ¿si el 20% de la población de Israel es palestina, cuál es el problema con que el 0,3% de la población de Hebrón sea judía? Pues es un problema: como han declarado distintas autoridades palestinas, un eventual estado palestino negaría la residencia o la nacionalidad a los judíos.

Nacho Carretero recomienda darse un paseo por la “Mezquita de Abraham (dividida en dos partes -musulmana y judía- “) El lector se preguntará qué demonios hacen los judíos rezando en una mezquita. Para su sorpresa, descubrirá que antes que mezquita, la “cueva de los patriarcas” era y es un lugar de culto hebreo, y que los judíos llevan rezando allí desde tiempos bíblicos. Pero no nos perdamos en los detalles. Lo importante es señalar el único y excepcional caso de un asesino judío matando arbitrariamente a un número importante de palestinos. El hecho de que Baruch Goldstein hubiera sido juzgado y encerrado de por vida por los tribunales israelíes de no haber muerto linchado por una turba parece un detalle menor. Todo lo contrario, por cierto, de lo que hacen los palestinos con sus “mártires”, en cuyo honor tienen costumbre de poner el nombre a las escuelas palestinas. Que los palestinos tengan un track record “envidiable” de asesinatos y violencia generalizada contra los judíos en Hebrón es un hecho desdeñable. Si Israel despliega tropas en el centro de Hebrón, debe de ser porque son muy malos, no porque la vida de 500 almas rodeadas de 160.000 palestinos corra peligro. Y, por supuesto, si Israel separa a judíos y musulmanes con un cristal blindado en la cueva de los patriarcas, es porque es un estado racista. Con lo fácil que sería emular a los musulmanes y prohibirles el acceso.

Llegados a este punto la carnicería y el sensacionalismo ya se han apoderado  completamente del artículo (ejecuciones, abortos, ácido, quemaduras) y me niego a seguir su descenso a los infiernos. Tampoco entraré en la morbosa tarea de cuestionar los testimonios, aunque demasiadas veces se hayan demostrado falsos.
Sí me detendré un segundo en un comentario sobre la ONG Breaking the silence. Un detalle innecesario para el aprendiz de reportero es que la ONG es israelí. Es decir, que es la propia sociedad civil de una democracia parlamentaria y garantista la que desempeña la tarea humanitaria. No voy a entrar tampoco en el debate sobre la legitimidad y veracidad de testimonios en su inmensa mayoría anónimos, porque sé que las intenciones de la ONG son buenas, y demuestran el grado de salud democrática de la sociedad civil israelí. Dejo al lector que lea lo que opina el nada sospechoso periodista Amos Harel del nada sospechoso diario Ha’aretz sobre el asunto. Bueno, dejo también este otro artículo de regalo.

Nacho Carretero dice que los testimonios de los soldados tratan, “sobre todo, [de] cómo son incapaces de contener la radicalidad de los colonos judíos que atacan constantemente a sus vecinos palestinos”. A ver si lo he entendido bien: el ejército y la policía de Israel es “incapaz” de controlar la “violencia radical” de 500 personas, eso le genera un trauma a los soldados y van a contárselo de manera anónima a un ONG. Vaya.  Si no fuera porque estoy ampliamente familiarizado con los testimonios de Shovrim Shtika (Breaking the silence es su nombre en inglés) no sabría que “sobre todo” no hablan de su incapacidad para contener residentes judíos en Hebrón. Dejo al lector que eche un vistazo por sí mismo. No vaya a ser que la realidad estropee una buena parodia con colonos sanguinarios matando palestinos como colofón.

Dicho todo esto he de aclarar que no simpatizo nada de nada con los habitantes de los asentamientos de Hebrón. Pero esa es otra historia.

La única vez que Nacho Carretero se mete en las procelosas aguas de la contextualización, por desgracia, lo hace con esa sagacidad de tahúr con la que viene engañando al lector desde el principio. Nos cuenta que “Cisjordania está clasificado en tres zonas: A, B y C. Las zonas A suponen el 58% del suelo y pertenecen a Israel. (…) Las zonas B están controladas militarmente por Israel y civilmente por Palestina. Las zonas C (apenas algunos núcleos urbanos) están bajo control exclusivo palestino”. Y con esa inquietud periodística que le caracteriza, vuelve a dejarse las uves dobles en casa. Si hubiese considerado importante hablar de la guerra del 67, o de Derecho internacional, el lector sabría que Israel como potencia ocupante tiene la obligación de gobernar el territorio (aunque Israel no se considera un potencia ocupante, lo importante es que las reglas relativas al régimen de ocupación se apliquen. El Tribunal Supremo de Israel ha supervisado la legalidad, de conformidad con el Derecho internacional consuetudinario, de los actos legislativos adoptados por las autoridades militares de Cisjordania) Y, sobre todo, que la división en tres zonas se hizo de mutuo acuerdo con los palestinos y que es uno de los avances más significativos hacia la paz: Israel cedía soberanía a la Autoridad Nacional Palestina para promover la declaración de un estado palestino independiente. Son los famosos acuerdos de Oslo. Por supuesto, huelga decir que las tres zonas no existirían y que en su lugar habría un estado palestino independiente si Arafat no se hubiese negado a firmar la propuesta de paz auspiciada por Clinton en Camp David. Pero eso es harina de otro costal.

No puedo dejar de señalar que Nacho Carretero se lía, no sé si por limitado conocimiento de la región, entre las áreas: la que él llama “A” es en realidad la “C”, y viceversa. Pero la descripción de Nacho Carretero es elocuente no por sus errores, sino por lo que deliberadamente oculta: dice que el 58% del suelo “pertenece” a Israel (la zona A –en realidad C-). Lo que se le olvida es que sólo el 4% de la población palestina de Cisjordania vive en la zona C. De hecho, la Autoridad nacional palestina es responsable del gobierno de los asuntos civiles del 96% de los palestinos de Cisjordania. Y responsable de la seguridad, con una policía fuertemente subvencionada por Israel, del 55% de la población.

Termina apuntando que “los colonos, sin embargo, pueden utilizar las grandes carreteras cerradas para los palestinos”. Lo que nuevamente es, primero falso, y segundo, está descontextualizado. Es falso porque un millón y medio de palestinos con ciudadanía israelí pueden circular libremente por ellas. La restricción es para los coches con matrículas palestinas. Y, ¿por qué? Sencillamente, porque los tiroteos contra civiles israelíes desde las carreteras se convirtieron en norma durante la segunda intifada. Nuevamente, la intención de la prohibición es estrictamente salvar vidas. Se le olvida comentar que hubo un tiempo, antes de la primera intifada, en que los habitantes de Cisjordania circulaban libremente por toda la zona y también por Israel. Y que las restricciones han ido aparejadas al aumento creciente de la violencia de los palestinos contra los civiles israelíes en los últimos 20 años.

Pero queda un último capítulo en nuestro curso de reporterismo: los refugiados. “Lo ideal es que acudas a Nablus (…) Hoy es una ciudad fuertemente vigilada por el ejército israelí y popular por su resistencia a la ocupación. Puedes pedirle a cualquier vecino que te conduzca al campo de refugiados de Balata”.

Empiezo a preguntarme si realmente nuestro amigo Nacho Carretero ha estado en Nablus, ciudad que está precisamente en el área A, y por tanto no puede estar “fuertemente vigilada por el ejército de Israel”. La seguridad corre a cargo de la ANP desde 1995. Probablemente se trate de otra licencia literaria como la de las lunas tintadas del Checkpoint de Belén. Lo que sí es cierto es que el campo de Batala es “popular por su resistencia”. De hecho se trata del primer centro de fabricación y logística de cohetes ilegales. Mismos que luego se lanzan contra civiles.

Pero nuevamente, los refugiados acontecen en el vacío. Están ahí, y no se sabe por qué. No se explica que las Naciones Unidas recomendaron la partición del Mandato británico de Palestina en dos estados, que los palestinos rechazaron el plan y se lanzaron a la guerra junto con el ejército de al menos cinco países árabes (la guerra árabe-israelí de 1948), que los ejércitos árabes y los palestinos perdieron y que como consecuencia de la guerra se generó el problema de los refugiados palestinos. Los que hemos leído a los nuevos historiadores, tan preocupados por el tema, tan modernos y tan de izquierdas, como Benny Morris, o incluso al radical Avi Shlaim, sabemos que no existió ningún plan por parte de Israel para expulsar a la población palestina (de hecho, concedieron la nacionalidad a los “abuelos” del millón y medio de árabes-israelíes que hoy viven en Israel). Si alguien es responsable del problema son las naciones árabes que se lanzaron a la guerra.

El lector se preguntará legítimamente: ¿cómo es que sigue habiendo refugiados 60 años después? Pues verá, es que los refugiados palestinos son especiales y distintos. Son los únicos refugiados en el mundo a los que la ONU les permite heredar el estatus de refugiados. En el caso concreto de Nablus, que está a unos 60 kilómetros de Jerusalén o de Tel Aviv, es el equivalente a que, por ejemplo, un habitante de Alicante se hubiese visto forzado a mover su residencia a Murcia. Hoy él, sus hijos y sus nietos tendrían estatus de refugiados y recibirían ayudas de la ONU. Aunque estén asentados e integrados en Murcia desde hace décadas. Israel es muy pequeño a pesar de la magnitud que le dan los medios. Del tamaño de la Comunidad Valenciana. Por supuesto, nada dice el artículo sobre los estados árabes que han acogido refugiados palestinos y se han negado durante 60 años a concederles la nacionalidad (salvo Jordania). Tampoco sobre el éxodo de más de 800.000 judíos que tuvieron que abandonar sus casas en el mundo musulmán y que hoy están perfectamente integrados en Israel.

Da igual que un informe de Abril de 2011 del Banco Mundial diga claramente que los habitantes de Cisjordania tienen mejor sanidad y educación que sus vecinos de los países árabes. O que no haya diferencia apreciable entre el campo de Balata y cualquier suburbio de Amán. Lo que importa es dar pena, cueste lo que cueste.

Y así, suma y sigue: en la entradilla se dice que Gaza está bloqueada por el ejército, pero no se habla de la retirada unilateral de Israel, de que está gobernada por la organización terrorista  Hamás, del golpe de estado con el que alcanzó el poder o de los miles de cohetes que lanza contra la población civil en Israel.
Etc.

De hecho, cuando Nacho Carretero no se dirige al público vanguardista e intelectual de Jot Down, escribe sin la careta. Miente deliberadamente (intercambio de “prisonero” por “prisioneros”) y equipara el secuestro de un soldado (un chaval inocente que estaba haciendo la mili) con la detención, juicio y encarcelamiento de asesinos confesos, autores de atroces atentados terroristas.

Llegados a este punto quiero aclarar que, imagino, que tanto Nacho Carretero como yo creemos en una solución negociada del conflicto con dos estados para dos pueblos, con la línea de armisticio de 1948 como punto de partida para las negociaciones (las mal llamadas fronteras del 67). Que lamentamos profundamente la situación de los habitantes de Cisjordania y que deseamos que, cuanto antes, se alcance un acuerdo de paz definitivo para la región. Pero la manera de lograrlo es lo que cuenta.

Hay un capítulo de la novena temporada de Los Simpsons en que Lisa y Bart presentan un telenoticias infantil. Mientras Lisa se ocupa de las noticias importantes bajo estrictos criterios periodísticos, Bart, siguiendo el consejo de Kent Brockman, decide “contar historias de interés humano”.  El espacio de Bart, melodramático, emocional y manipulador, triunfa, pero la cosa se le va de las manos y sus “historias” se vuelven contra él. Bart aprende la lección. Parece que nosotros no la hemos aprendido todavía.

sábado, 10 de diciembre de 2011

A suggestion to FT's Tobias Buck

Mr Buck,

May I suggest the following exercise?

- Start with all the 193 members of the UN

- Subtract all those where the head of state is not elected democratically (or, at least, those were there are not real free democratic elections to speak of)

- Deduct all those that do not put a temporary limit to the mandate of it's head of state or those where a non-traumatic method for regime change is highly unlikely

- Park away  those that do not respect the rights of women, both culturally and legally, or that do not count with a specific legislation against sexual assault or mobbing

- Eliminate from the list the places where ethnic or religious minorities are grossly misrepresented and would not dream of having its members as part of the highest offices of the State, including it's Supreme Court

- Separate those that do not count with minimally independent courts of justice that could hear a case against one of the representatives of the highest offices of the state

- Remove those states in which the decision of a tribunal to jail a former head of state (not previously removed by a change of regime and very much still a figure of the country political elite) would be eventually respected and executed

When that very small number of countries, that will probably not include either the UK or my own, Spain, but that will certainly include Israel, is compiled, take all the others and start writing about the health of their democratic institutions, their civil liberties and their sociological acceptance of dissent. And, if after finishing that life-long enterprise, you still find time, you may spend your energies on a couple of footnotes about Israel "pressing" issues

viernes, 9 de diciembre de 2011

Receta para el corresponsal del Financial Times

Sr. Buck:  

Le propongo el siguiente ejercicio:

- Tome todos los 193 estados miembros de Naciones Unidas

- Substraiga aquellos en los que no se vote al jefe del estado en elecciones libres (o que no tenga elecciones de ningún tipo)

- Reste los muchos que no limiten temporalmente el mandato de su jefe de estado, o en los que no haya un método no-traumático de cambiarlo

- Aparque aquellos que no respeten los derechos de las mujeres, cultural y legalmente, y no cuenten con legislación específica contra el acoso sexual

- Elimine los sitios donde las minorías étnicas o religiosas no tengan igualdad de derechos, hasta el  punto de que miembros de esas minorías puedan conformar el tribunal supremo de ese lugar

- Aparte países que no cuenten con tribunales independientes capaces de juzgar a una alta autoridad del estado

- Substraiga estados en los que las decisiones de esos tribunales contra un ex presidente no serían respetadas y ejecutadas, o en los que la posibilidad de que esa autoridad, no depuesta en ningún cambio de régimen acabe en la cárcel, sea impensable  

Cuando haya reducido la lista al pequeñito número de países resultantes, entre los que no se encontrará probablemente ni el Reino Unido, ni el mío, España, pero sin duda sí estará Israel, tome todos los restantes y póngase a escribir sobre las limitaciones de sus sistemas políticos, sociales y legales. Y, si le queda tiempo tras este ejercicio de toda una vida, gaste al final unos minutos en escribir una nota a pié de página sobre los problemitas de Israel

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Qué decepción

Un medio que tenía por serio, que creía que evitaba los lugares comunes, el vocerío y la turba, se incorpora decididamente a la caspa nacional.

Esta es la fábula equivalente: Un reportero israelí. No es especialista en nada pero escribe con un estilo atractivo y provocador. De España sabe lo básico, pero mitifica  los ideales de los movimientos de liberación, la lucha de los pueblos, el débil contra el fuerte, la  resistencia a la colonización física y cultural… Ya tú sabes: la influencia generacional de medios y academia, el consenso de crítica y público. El reportero israelí visita el País Vasco.  

Con una inmutable predisposición ideológica que le hará caminar por las sendas más transitadas sin cuestionar ni una coma, aceptar y proclamar verdades de una sola frase que quepan en una pancarta, y evitando en todo momento otra cosa que no sea una presentación monocromática y simplista de un problema complejo y poliédrico, se lanza a la aventura de escribir un articulito, arriesgado en su tono y planteamiento (algunos lo tacharán de cínico), pero conservador, conformista y predecible hasta la grima en las ideas y la perspectiva que presenta.  

Con un conocimiento del tema en cuestión que parece limitado a una visitas a la hemeroteca de Egin y a fanzines de grupos radicales, traza la siguiente línea argumental:  

- Un supuesto territorio ancestral con aspiraciones de independencia desde la noche de los tiempos. Ninguna referencia histórica, ninguna perspectiva que contraste afirmaciones tan sesgadas. Ninguna visión inconformista o plural

- Una ocupación brutal y antidemocrática, por un vecino expansionista y fagociador. Ni un pero,  ni medio quizás, sin alternativas, sin dar voz a otros

- Un parlamento títere, unas elecciones de pandereta que excluyen a una buena parte de su sociedad y sus partidos: a los irreductibles más puros que se resisten a las componendas con los españoles. Nada que decir de los métodos de los violentos, de las razones de esa exclusión, de lo altamente dudoso de las buenas intenciones de los verdugos que le venden la moto. Nada que mencionar de los constitucionalistas que se consideran las verdaderas víctimas y no parecen haber recurrido a poner bombas en supermercados. A esos que les den

- Sus fuerzas de ocupación en tenebrosas fortalezas rodeadas de muros y alambradas (Intxaurrondo) donde se practican innombrables torturas (miles de denuncias, casi ninguna considerada por los tribunales de los ocupadores). Por supuesto, ¿para qué hablar de que los muros y las alambradas no agreden sino que defienden de la agresión, o de las masacres practicadas contra esos policías a los que se deshumaniza como brutos irracionales?. ¿Para qué poner en cuarentena reclamaciones de grupos extremistas con discurso violento y métodos terroristas contra las instituciones de un sistema que se reconoce como garantista y democrático?. ¿Qué nos debe impedir aceptar las tretas propagandísticas expuestas una y mil veces de esos grupos totalitarios a los que el reportero no somete al mínimo análisis crítico que le pueda desviar de su línea unidireccional?

- El recurso sentimental de los refugiados en el País Vasco francés, el acoso, las vidas rotas. Si, “refugiados” asentados en sus casas desde hace 40 años, escapados de un estado democrático… ¿qué importa?. Detalles, detalles… Sin mención a los otros que tuvieron que huir de la violencia de esas almas puras que el reportero retrata sin pecado concebidas. Los vascos escapados a otras partes de España para evitar la amenaza, el acoso, para escapar de los intolerantes

- La juventud ocupada, con sus experiencias de represión, la policía colaboradora con sus pasamontañas para ocultar su miedo colaboracionista y dar impunidad a su brutalidad. Las fuerzas militarizadas del ocupante, la humillación de los controles continuos. Ninguna referencia a  las razones para aplicar esas medidas de seguridad. A las vidas que protege. A que el estado democrático tenga derecho a defenderse dentro de la ley y con principios de comportamiento que nunca han aplicado, ni piensan aplicar, los terroristas, los fascistas exaltados que se nos hace pasar por idealistas libertadores

- Los presos políticos dispersos por España, el inhumano maltrato a sus familias, los tribunales de excepción (la Audiencia Nacional), las leyes antiterroristas sin respeto a derechos fundamentales mínimos. Ninguna mención a las víctimas del terrorismo etarra, a la barbarie. A la colaboración necesaria de grupos próximos que incitan al odio y enaltecen los métodos de los salvajes . A que las fuerzas de orden hacen su trabajo en las condiciones más difíciles ante en peligro continuo de un enemigo que no juega con las reglas del derecho, ni con ninguna otra regla.

- Y, claro, los colonos, los maketos, ese cuerpo social exógeno resultado de un plan preconcebido por el estado ocupante para diluir y corromper desde dentro a  los vascos y la identidad indisoluble entre un pueblo y su tierra, procediendo a su españolización forzada… ¿Hace falta seguir comentando, o simplemente debatir si se trata de un ejercicio de simplismo ingenuo o manipulación perversa?…

Esta es la crónica. La publica en un medio transversal, dinámico, vanguardista e intelectual. Y ahí queda eso  

domingo, 4 de diciembre de 2011

The Economist

Estupendo artículo sobre The Economist. Yo, que he sido fan de esa revista, he dejado de leerla. Llevan unos años empeñados en demostrar lo guais que son. Pues eso, ni Oriente, ni Occidente: Islam, Islam.

Sospeché y sospecho que algo tiene que ver el capital árabe en su editora, que está participada a su vez en un 50% por Pearson la del Financial Times, otro extraño caso de doble personalidad con el asunto de Israel. Bueno, recordemos que hubo un tiempo cercano en que Gaddafi era uno de los principales accionistas de ese grupo...

En fin, el FT lo sigo leyendo, pero de él comentaré algo cuando tenga tiempo

lunes, 17 de octubre de 2011

Los tontos del culo

Una más de los estalinistas atrincherados. Al parecer, Israel no tiene derecho a ejecutar su regulación urbanística. No sorprende, viniendo de quien viene, pero sigue asqueando el cinismo de los escribidores en tinta de bilis: la noticia debería ser que España financió una obra ilegal. O sea, que habría que buscar responsables en la administración, al incompetente que, o en su buenismo se la metieron los palestinos (ya sabemos que ese pueblo angelical incapaz del mal no podría hacer una obra sin permiso), o al que en su sectarismo ideologizado solo ve mala fe en cualquier regulación de Israel, incluso las de recogida de basura, y decidió apoyar con nuestro dinero una infracción. Estos payasos son los que, si el Algarrobico lo hubieran construido los palestinos, en vez de montar una campaña para tirarlo, montarían una recogida de firmas contra la criminal represión

sábado, 15 de octubre de 2011

Una banda de zombies que hiede a muerto

El País, los que marcan su línea editorial, son una banda, en el sentido guardiolano de la palabra. Unos sesentayochistas jurásicos, que han llegado a la senectud acostumbrados a que nadie les confronte su inconsistencia intelectual, el olor a alcanfor y pérdidas de orina que desprenden, y la grima que dan.

En su senilidad, no se dan cuenta de que secuestraron a la izquierda nacional, la despeñaron por el barranco de su sectarismo, su relativismo y sus ocurrencias, y le llevará, a ella y al país, generaciones para desprenderse de la roña de su bajeza de miras.

Eso al país. A El País hace años que no hay quien lo salve. se sofocaron practicando la masturbación con asfixia. Ni dignidad tienen para reconocer su profundo fracaso, total, absoiluto, sin paliativos, y solo son capaces, en sus últimos estertores, de coces de resentimiento contra el triunfo de la prosperidad y cualquiera que desplegara convicciones de libertad. No dan pena. Dan asco.

Ya van apestando a muerto. En cuanto les desenchufen los tubitos de nuestras subvenciones que los mantienen en un coma delirante y sulfuroso, que los entierren rápido